Foto:Los investigadores indagaron en peces los efectos de la fluoxetina, principio activo de uno de los primeros antidepresivos, comercializado bajo el nombre de Prozac. Foto: Paula Bassi.
Diversos estudios dan cuenta de la presencia de fármacos de uso humano, en particular analgésicos y antidepresivos, en ríos y lagunas, con posible impacto en la vida acuática. Por ello, un equipo de investigadores indagó en peces los efectos de un antidepresivo de consumo mundial, y observó modificaciones en la reproducción y en la ingesta de alimento.
Se calcula que uno de cada veinte adultos en el mundo, es decir, alrededor de 250 millones de personas de entre 15 y 64 años consumieron por lo menos una droga en 2014. Son datos del último informe de la Organización Mundial de la Salud. Se sabe que los efectos de esos compuestos químicos no se limitan a quienes los consumen. Es que esas moléculas van a las cloacas, y terminan en ríos y cuerpos de agua. De este modo, las drogas de consumo humano y animal se suman a los agroquímicos y los hidrocarburos, y forman parte de los contaminantes de preocupación emergente.
La gran pregunta es qué consecuencias tiene la presencia de esos compuestos para la vida acuática. Pero ya hay algunas respuestas. Así, se ha observado que la fluoxetina, un antidepresivo de uso muy extendido, puede afectar la reproducción de una especie de peces y su efecto en el ambiente podría llegar a generar una merma en esa población. El trabajo se publica en la revista Chemosphere.
Lo que sucede es que una vez que un fármaco es consumido y excretado, permanece en las aguas cloacales y esas moléculas no llegan a ser destruidas en las plantas de tratamiento de efluentes, por lo que terminan llegando a los cuerpos de agua.
“Esas moléculas diseñadas artificialmente ingresan en el ambiente acuático, donde hay peces, anfibios e invertebrados y, al impactar en un organismo no blanco, los efectos son múltiples”, afirma Fabiana Lo Nostro, que dirige el Laboratorio de Ecotoxicología Acuática en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y es, además, presidenta del capítulo argentino de la Sociedad internacional para la Toxicología y la Química Ambiental (SETAC, por su sigla en inglés).
Los investigadores indagaron en peces los efectos de la fluoxetina, principio activo de uno de los primeros antidepresivos, comercializado bajo el nombre de Prozac. Este fármaco está diseñado para tratar diversas patologías como la depresión, ansiedad, bulimia nerviosa, alcoholismo, déficit de atención, trastornos del sueño, síndrome de Tourette, disfunciones sexuales, entre otros.
Los experimentos fueron realizados con Cichlasoma dimerus, un pez de agua dulce, de la familia de los cíclidos, conocido familiarmente como chanchita, que se distribuye en toda Sudamérica, y está presente en los ríos Paraguay y Paraná, entre otros.
Se trata de un pez que suele ser empleado como modelo experimental por tener un patrón de comportamiento característico, con jerarquías sociales marcadas y conductas de agresión territorial, que influyen en los procesos fisiológicos de fecundidad, maduración sexual e incluso en los niveles de estrés.
Chanchitas y Prozac
En los últimos años, numerosos estudios informaron sobre la presencia de compuestos de origen farmacéutico en el agua, incluso en el agua potable. Entre ellos, los antidepresivos ocupan un lugar relevante, pues se hallan entre los fármacos de mayor consumo en el mundo, así como en la Argentina.
Asimismo, diferentes investigadores indagaron el impacto de los antidepresivos en los peces, y encontraron efectos muy diversos, principalmente cambios en los comportamientos reproductivos así como en la forma de escapar o protegerse de los predadores.
“Lo interesante es que los antidepresivos están diseñados para actuar sobre el ser humano, y los peces poseen mecanismos fisiológicos muy parecidos, entonces, al alcanzar los cuerpos de agua, estos compuestos podrían actuar de la misma manera que en el humano. Por eso quisimos ver si la fluoxetina mostraba efectos en los peces referidos a la reproducción”, señala Rodrigo Da Cuña, miembro del grupo de investigación.
Las pruebas fueron realizadas en el laboratorio, donde las chanchitas fueron expuestas a un tratamiento con antidepresivos con el fin de analizar sus efectos en la fisiología reproductiva. “Lo que hicimos fue aislar a los animales unos días antes de iniciar el experimento y luego les inyectamos una pequeña dosis de fluoxetina. Dos semanas después extrajimos sangre y tomamos muestras de tejidos”, explica Luciana Dorelle, primera autora del trabajo publicado, en el cual también participaron Griselda Genovese, Fernando Meijide y Graciela Rey Vázquez.
“Se trabaja con una concentración que tenga relevancia ambiental, que sea similar a las que se encuentran en el ambiente”, explica Da Cuña, que es investigador del CONICET en el laboratorio de Ecotoxicología Acuática de Exactas UBA, y prosigue: “Existe una ecuación que permite saber, a partir de la concentración de la droga en agua, cuál es la cantidad que puede tener el pez en sangre. Además, utilizamos concentraciones proporcionales a las que sabemos que son efectivas en humanos, porque el supuesto es que las mismas concentraciones que son efectivas en humanos, también lo van a ser en los peces”.
¿Qué efectos se observaron? “Vimos que los animales dejaban de comer y, si bien no hubo variación en las hormonas sexuales, detectamos alteraciones en los testículos, que presentaban una secreción relacionada con un proceso inflamatorio”, detalla Dorelle.
Esos resultados, según los investigadores, pueden significar que esta droga, cuando entra en el sistema, desencadena un proceso inflamatorio en los testículos, dificultando la liberación de esperma y, por ende, la reproducción. “Esa secreción podría generar dificultades en el desarrollo de los espermatozoides, e impedir que el animal se reproduzca normalmente”, comenta Dorelle.
También se observaron cambios en el comportamiento de los peces: tenían dificultades para detectar a los predadores, y disminuyeron la ingesta de alimento, lo que a su vez puede incidir en la reproducción.
Lo cierto es que si los animales disminuyen la ingesta y la reproducción, ello puede derivar en una merma en la población, e impactar en la biodiversidad. “Hay espejos de agua donde se ha modificado por completo la diversidad de sus poblaciones debido a la presencia de fármacos, agroquímicos u otros contaminantes”, destaca Lo Nostro.
En el río, y sin aviso
“Algunos trabajos muy recientes realizados en ríos de la Argentina han detectado la presencia de analgésicos y antiinflamatorios en el agua. De hecho, en el mundo, desde hace años, se está invirtiendo para que la industria farmacéutica desarrolle fármacos que puedan degradarse en el ambiente una vez que fueron excretados por el organismo, tanto los de uso humano como los de uso veterinario”, opina Lo Nostro.
El equipo que lidera Lo Nostro está encarando diferentes líneas de investigación ambiental, por ejemplo, para indagar los efectos en peces de los antiparasitarios que se administran a terneros y vacas, y que pueden estar presentes en la carne que consumimos, ya sea vacuna o de pescado. Otra línea es la de los polímeros plastificantes en el agua dulce y el efecto en peces e invertebrados.
Otro problema es la falta de regulación sobre el descarte de fármacos vencidos. “Nuestro objetivo es obtener evidencia científica sólida como para acercar a los organismos reguladores”, subraya Lo Nostro.
Otros países cuentan con niveles guía, pero con especies propias de esos países. Según la investigadora, “la idea es estudiar las especies autóctonas, analizando los efectos de las moléculas sintéticas presentes en los cuerpos de agua, y acercar los resultados al gobierno y también a la industria, para que ésta pueda diseñar moléculas que sean más amigables con el ambiente. Algo que en Europa se está haciendo hace ya varios años”.