A muchos nos resulta demasiado doloroso transitar estos días. Nos tocó despedir inesperadamente a un gran amigo y colega, y su partida nos deja un gran vacío. Matías era un apasionado por la biología y la docencia, un virtuoso en el arte de comunicar y decir a través de la escritura. Quienes tuvimos el placer de conocerlo, sabemos que disfrutaba de todas las facetas de su vida: mientras con una mano escribía un subsidio o hacía una disección, con la otra redactaba un cuento al tiempo que atendía un programa de radio y preparaba su próxima clase teórica, siempre acompañado por su café demasiado liviano, casi lavado.
Matias será recordado por sus contribuciones al estudio del control neuroendocrino del comportamiento social y reproductivo en peces. Fue también un gran docente que transmitía a sus estudiantes pasión por el saber, entre anécdotas personales y un humor ácido e inteligente. Quienes trabajamos estrechamente con él sabemos que incentivaba activamente a sus estudiantes y becarios a cuestionar, leer, experimentar, viajar, exponer y publicar. Su intercambio era ante todo real, frontal, genuino, sin medias tintas. Recibía a sus colegas y a sus estudiantes desde la horizontalidad, desde el encuentro sincero de un par que muchas veces tenía más interés por escuchar al otro, que por hablar. Siempre impulsado por sus ganas de establecer colaboraciones con otros investigadores de nuestro país y del exterior, participaba activamente en la organización de distintos cursos de postgrado y encuentros científicos.
Más allá de lo académico, le apasionaba la divulgación del conocimiento y se destacaba por su generosa capacidad de transmitir su saber a la sociedad. Era permanentemente convocado por distintos medios de comunicación para compartir sus conocimientos acerca del comportamiento social y reproductivo. No exageramos al afirmar que su trabajo en divulgación inspiró a muchos jóvenes a acercarse a nuestra Facultad e interesarse por el estudio de las ciencias biológicas. Mantuvo un gran compromiso político en la conquista y defensa de derechos sociales, siempre apoyando la popularización del conocimiento y la educación pública y gratuita.
Matías será recordado por su trabajo científico, su amor a la ciencia, su capacidad de cuestionarla y de transmitirla a sus estudiantes y a la sociedad, pero también deberá ser recordado por su faceta de escritor. Tal como reflexiona en su texto Diario de los Jueves (Revista Atletas, 2018), lograba un equilibrio fluido en el cual su pasión por la ciencia potenciaba su creatividad narrativa:
“Hace diecisiete años que lleno páginas sobre peces que pelean entre ellos o frente a un espejo. Peces que se reproducen. Peces que se reconocen. Peces con memoria social. Peces que se mueren. Hace semanas que no puedo escribir una carilla de nada que no tenga peces.” […] “Quiero escribir sobre otras cosas pero no es el momento del día. Quiero escribir el diario de toda esta semana, editar mi decálogo de mostras, terminar de editar varios de los textos que trabajé en el taller y seguir con los cuentos de Los Ángeles. Ando obturado. No es la hora ni el lugar, dice la Voz de la Academia.”
Su inesperada partida nos trae un inmenso dolor. Nos cuesta despedirlo, pero sabemos con certeza que sus enseñanzas, su humor, su visión ácida y crítica de la vida van a estar firmemente en cada proyecto y en cada paso que nos toque dar. Se fue un colega, un amigo, una gran inspiración.
No era la hora ni el lugar, dicen todas las voces.